¡Me pareció ver un lindo gatote! Y cuando digo que me pareció, es la puritita neta, me cae, al final del texto comprenderán el porqué, pero primero, ahí les va la parte técnica, porque esa sí es de a huevo.
Acá les dejo el link de la página oficial para que se fumen el soundtrack, mientras leen mis buenos viajes: http://www.lifeofpimovie.com/
Ahora sí, primero que nada vámonos con que se trata del más reciente filme del señor Ang Lee, para los que me van a salir con su goteo de baba de no conocerlo, es el chinito simpático y talentosísimo que en 2006 se ganó el Óscar por su dirección en Secreto en la montaña o Brokeback mountain, pa´ los guanabis, y en 2001 por Mejor película extranjera con El tigre y el dragón. Y para qué les digo más, sería mentirles, adorado público, porque del reparto nada más reconocí a Gérard Depardieu y miren que ya tenía rato que no me lo encontraba por la pantallota, creo que desde que la hizo de mosquetero, y nada más tiene una muy breve participación (casi lo madrean), en fin, ahí les va sin más choro.
Resulta que la culpa me agarró de las merititas orejas y pa´ l cinito, ya sé que anduve un rato fuera, pero les tengo dos razones muy buenas para disculparme con ustedes, la primera: no se si haya sido por la temporada vacacional o sabrá el Señor por qué, pero no encontraba nada bueno qué contarles y no me gusta hacer recomendaciones a lo bestia, vaya a ser que ustedes terminen conjurando la presencia de mi sacrosanta progenitora, y para qué arriesgarme. La segunda razón es un poquito más complicada: me tuve que aventar unos procesos de desprendimiento y desapego bastante rudos para llegar con la frente en alto a este año que comienza, pero ya sé que eso a ustedes les viene importando un carajo y mejor no los mareo más con mis dolencias y nos vamos derechito a nuestra idea central, que es la película. Advierto que hace mucho que no salía de una sala en silencio y en estado de choque.
Les cuento que la música hace gala de esta producción desde el comienzo, una chulada, la neta; estás muy cómodo en la sala y escuchas unas ondas hindúes bastante sabrosas, y no se diga la fotografía, ¡qué cosa más bella! Los efectos, está de más decir que son de primer mundo, una cosa verdaderamente sorprendente (es de ley mirarla en 3D, no saben qué cosa, la neta, insisto: ¡qué cosa!) y la fotografía… Por Dios, ¡qué barbaridad!
Se trata de una maravilla cinematográfica que en sus primeros minutos podría parecer un tanto predecible, condimentada con unas buenas bromas que le juegan al buen Pi Patel (Sura Sharma – Irrfan Khan, chavo-adulto, respectivamente), protagonista de la historia. Pero qué buen ritmo se traen con el guión, pues pudiera creerse que el rollo va con el escritor canadiense, cuyo nombre ni se menciona (su nombre real es Rafe Spall) y quien se pone en contacto con Pi, porque el tío de éste último así lo recomienda, con el motivo que nuestro protagonista tiene Una aventura extraordinaria para contar.
Comienza el relato
Bueno, pues la cosa está así, estos últimos dos changos se sientan a conversar en la casa de Pi y véngame en gracia que comenzamos el relato nada más y nada menos que con el interminable tema de la búsqueda de identidad, y qué mejor que con la búsqueda espiritual en el contexto religioso. ¡Ah, verdad! Y que si Dios esto y que si Dios lo otro, ¡nada qué!, estamos en una nueva era y coincido en el tema que nuestra pobre deidad máxima (espero no herir susceptibilidades), como es de esperarse, tiene un titipuchal de nombres debido a que existen un montón de religiones regadas por todos los rincones del planeta. Que si Alá, que si Vishnu, que si Dios, que si Jehová… Da igual, el chiste es que cada quien crea en lo que mejor le parezca y que respete las decisiones de los demás, la fe es una casa con muchas habitaciones, dicen.
Y aquí me clavo un poco más con el filme, pues precisamente esas cosas fueron las que anduve trabajando durante mi ausencia, la espiritualidad y la razón, que sí, es bueno que el papá de Pi, Santosh Patel (Adil Hussein), le aconseje trabajar más con su razón y no clavarse tanto con las ondas religiosas, menos si lo va a hacer de una manera tan extravagante como comulgar con tres religiones o más, qué chistoso, ¿no?, de cada una agarro lo que más me convenga y punto, me armo el menú al gusto. Pues nel, no se trata de eso, más bien, en un plano completamente personal, yo prefiero creer en una sola deidad, sin andar por la vida predicando palabras huecas ni juzgando el comportamiento de mis adorados prójimos, pero siempre hay que darle su lugar a la razón, por eso me clavé con las ondas de las energías, los karmas y el universo, pero volvamos a la peli.
Aguas con las aguas
Ahora nos postramos en la onda de un viaje marítimo que tuvieron que realizar porque la lana ya no alcanzaba y se necesitaban mudar a nuestra América, tan querida, para tener una mejor calidad de vida. Aquí, al chistocito de Pi se le ocurre la grandiosa idea de salir a admirar la belleza de la tormenta que los embiste, sin imaginarse que con ésta vendrían sus primeros pasos en los senderos de la orfandad, del aprendizaje en solitario, de la culpa y la supervivencia. Lo más fumado de esto, es que la religiosidad no desaparece en ningún momento y se plantea de forma central, ya que nuestro protagonista se ve en medio la mar, en una lancha salvavidas y acompañado solamente por su lado salvaje, en este caso, simbolizado en los animales que alcanzan a subirse a su arca, como él mismo la llama.
Y aquí nos vamos con una parte que particularmente me llamó mucho la atención, pues me pareció ver un lindo gatote, como dije al comenzar con este rollo, un enorme tigre de bengala. Aquí es donde personalmente aplaudo más esta historia, pues al centro de la historia, en pleno mar abierto, de día o de noche, el director y toda la banda de efectos especiales se revientan un viajezote alucinante hacia el inconsciente del personaje y lo plantean en una situación fantástica y completamente envidiable, al vislumbrar debajo del agua una ráfaga de proyecciones sumamente impresionante, así nomás. Y luego del vuelo, Pi se encuentra completamente solo, ante la muerte, frente a la adversidad, luchando sin saber si lo que busca es salvar su vida o encontrarse un lugar en la Tierra, se lo dejo a sus criterios. Lo que sí me queda bien claro es algo muy importante que toda persona debería tomar en cuenta cuando se siente desesperado o estancado a mitad de la soledad, sin rumbo más que el horizonte: sólo me quedaron las palabras. Esto a veces es tan neto, que si lo pensamos con cautela, deberíamos sentarnos a escribir o convertir nuestras historias en una fantástica aventura, no conozco mejores compañeras que las letras.
Luego, tras un arduo trabajo de domesticación, Pi logra calmar su inevitable alma salvaje, sí, el majestuoso tigre de bengala, de nombre Richard Parker (se los juro, así se llama), que se mira en el cartel promocional. ¿Y quién no se a encontrado o, mejor aún, confrontado con su lado animal? Esa parte de nosotros que se asoma cuando el miedo es grande, cuando el dolor nos conduce a la necesidad a más, cuando la tranquilidad ya no es suficiente para salir a flote de una pérdida o de una despedida. Encontrarnos con nuestro lado imaginario es un suceso inevitable en estos casos, nosotros mismos nos inventamos historias para soportar el peso de una serie de duelos y a veces hasta preferimos creérnoslas para poder continuar, ¿o no?
Tierra a la vista
Pero ya, para no chorearlos más y que se vayan a la sala con más ganas, este sí es un filme del cuál se puede hablar un tanto del final, ya que el Pi adulto, durante la conversación con el escritor, me dio un guantazo fuerte y bajo al mencionar que… No, mejor no les cuento más. Sencillamente, cuando vuelve la historia al joven Pi, este se ve nuevamente enfrentándose a una tormenta todavía más enfurruñada que la del barco y es justo ahí donde se encuentra y se atreve a alzar la voz para reclamarle a Dios qué más quieres, si ya me lo has quitado todo, y ni así perdió la fe. Y otra escena altamente recomendable para echar a andar el coco, es cuando es rescatado y los japoneses que hacen la averiguación del hundimiento, cuestionan la historia de Pi y lo orillan a contar lo mismo, pero en un tenor más apegado a la realidad, que, a final de cuentas, yo siempre seguiré preguntándome, ¿cuál de todas las historias que vivimos es la que terminaremos abrazando como la verdad?